Hace unos días estuve en la presentación del libro de Atila Madrona: Don’t follow this bike. Se trata de las memorias de este joven alicantino que un buen día decide hacer lo que más le gusta: ir en bici y surfear. Y ni corto ni perezoso se pasa un año recorriendo las costas de Nueva Zelanda.
Tras la presentación, charlamos con él y luego tuvimos ocasión de entrevistarle. Como veréis, Atila respira optimismo y ganas de vivir. Un mágnifico antídoto para los tiempos que corren. Solo hay que seguir su ejemplo: emplea tu vida haciendo lo que más te gusta. Que disfrutéis de la entrevista.
¿Por qué dejar un trabajo y una vida “normal” y embarcarse en una aventura así?
Porque me apetecía y porque me gusta hacer las cosas que quiero hacer.
¿Qué hace que un día decidas convertir en realidad un sueño o un deseo? ¿Qué barrera se rompe?
No lo sé, la verdad, me lo han preguntado muchas veces. Es como cuando sabes que tienes que hacer algo y lo vas retrasando… pues yo sentía lo mismo. Hasta que un día dije: bueno, ¿cuánto tiempo más va a pasar hasta que decida hacer lo que yo quiero hacer? Me aburre mucho eso de pensar que hay cosas que me gustaría hacer y no hacerlas. Si me gusta, lo hago y ya está. No lo digas, hazlo.
¿Hubo más gente que te dijo que estabas loco o que te animaba a seguir con la idea?
Hubo más de la primera. Mi madre no entendía para qué demonios tenía que hacer algo así. Y yo lo sentía mucho pero lo iba a hacer fuese como fuese porque quería hacerlo. Pasase lo que pasase las ganas no se me iban a ir. Y cuando uno tiene tantas ganas en algo siempre pone empeño en que le salga bien. Yo creo que hay que apoyar cosas así. Cuando uno tiene una pasión por algo, ganas de hacer algo… hay que apoyarlo. Está bien querer hacer cosas; es positivo.
¿Por qué Nueva Zelanda?
Porque era lo más lejos que podía irme. Se me ocurrió con un amigo del trabajo con el que montaba en bici. Vimos que solo vivían cuatro millones de habitantes, que tenía buenas olas, que dividiendo el perímetro de las dos islas en un año era posible hacerlo en bici. No lo pensé mucho. La naturaleza es lo que más me gusta y Nueva Zelanda es naturaleza, así que era el sitio donde parecía que tenía que irme. Todo cuadraba bien. Por qué no entonces. Lo que no calculé tan bien es que llueve todos los malditos días del año. (Risas)
Hay una cosa que me ha llamado la atención de tu viaje y es la unión de la bici y el surf, la tierra y el mar. Esa mezcla de dos cosas aparentemente antagónicas; dicen que de ahí surge la innovación.
Documentar historias, la bici y el surf es lo que más me gusta. Yo no concebía un viaje por el perímetro de una isla siempre viendo el mar y no pudiendo echarme al agua. Imposible, me moriría de impotencia. He hecho viajes largos de surf en coche pero es que en bici mola cien mil veces más. Conocer a la gente, los spots de surf, los pueblos desde la bici es una experiencia más divertida para mí. Además tengo una obsesión con el agua. Me gusta mucho bañarme, en ríos, en el mar donde sea pero estar siempre cerca del mar. No me gusta estar en sitios donde no puedo bañarme.
¿Por qué: Don’t follow this bike?
Porque la gente siempre dice que solo a mí se me ocurren estas cosas. Como a mí me gusta mucho la aventura, y dejarme llevar pensé que acabaría en lugares en los que a nadie les gustaría llegar; lugares interesantísimos para documentar pero donde nadie querría estar. Por eso lo de no sigas a esta bici si quieres acabar vivo… (risas) era una especie de coña.
Este tipo de aventuras, ¿crean adicción? ¿cómo te sentiste al regresar a casa?
Yo no he sentido adicción al tener que volver a hacer una cosa así. Más bien ahora me da pereza (risas). Más bien siento aburrimiento si no hago alguna aventurilla. Me gusta pasar un poco de miedo, arriesgar, hacer cosas que no conozco porque ese riesgo me hace disfrutar. Siento necesidad y si quieres llámalo adicción a escapar un poco al aire libre, a la naturaleza, a escuchar nada más que el silencio, a estar pillando olas solo, a vivir el sonido del silencio de la noche. Necesito integrar eso en mi día a día, si no me siento poco realizado.
Al llegar a casa me costó ser consciente de que había pasado tanto tiempo yo solo viviendo una experiencia muy intensa. No pasa nada, solo que había habido algunos cambios en mí de los que tenía que ser consciente para poder seguir estando a gusto. Luego es simplemente cuestión de disfrutar de lo que uno tiene y valorar y apreciar todas las cosas.
El libro que estás presentando estos días, ¿hasta qué punto es parte de la aventura?
¡Es una aventura que te cagas intentar que vengan por lo menos diez personas a la presentación de mi libro! (Risas)
Para mí es una ilusión muy grande haber escrito un libro. Sobre todo porque es un pasito más, aunque pequeño, pero construyendo el camino de lo que yo quiero hacer. Porque un día se me ocurrió esto y porque lo conseguí. Me siento contento de poder haberlo hecho. Y sí, sí que tiene parte de aventura, depende de cómo lo presentes y cómo lo cuentes el hecho de que a la gente le guste o no. Y eso es una aventura para mí. Es mi aventura.
La última: ¿y ahora qué?
Ahora me voy a bañar porque hace un calor que no veas. Y después ya veremos… (Risas).
No sé planificar muy bien el futuro por fortuna o por desgracia. He tenido una idea guapísima para hacer en el Mediterráneo pero estoy viendo si se puede hacer o no, así que de momento no lo quiero contar. Lo que sí puedo contar es que me gustaría ser capaz de seguir construyendo mi propio camino y vivir de ello. Porque es lo que mejor sé hacer (Risas).
Gracias por interesaros por mí y gracias por tener pasión hacia la bici. Es lo mejor que le puede pasar al mundo. Me hace mucha ilusión que alguien apasionado a la bicicleta como vosotros sean capaces de generar contenido y de transmitir a la gente esa pasión que nos une a los que no podemos dejar de montar en bici. Eso sí que es una adicción.
Hasta pronto!
Atila