En las últimas semanas han sucedido dos hechos que me han llevado a reflexionar sobre el motivo por el cual una persona realiza una determinada actividad de riesgo hasta el extremo de poner su vida en peligro. Me refiero a dos casos con similitudes y diferencias: la muerte de una participante en una ultramaratón y el salto desde la estratosfera protagonizado por Felix Baumgartner. El nexo de unión de ambos hechos es la persecución de un objetivo, que si bien en el caso del ya famoso paracaidista se ha convertido en una forma de vida, no es lo habitual en los cientos de aficionados a los deportes de aventura, extremos o simplemente aquellos donde se pone el cuerpo al límite (ultramaratón, ironman, pruebas de resistencia extrema, etc.)
La muerte de la corredora originó cierto revuelo en las redes sociales a partir de un artículo de opinión publicado en El Mundo, donde el autor criticaba este tipo de pruebas por absurdas, al tiempo que se pone en peligro la vida. Independientemente de los errores que puedan cometer los participantes en este tipo de eventos (preparación física, equipamiento, alimentación, etc.), criticar este tipo de actividades y abogar por su eliminación supone, bajo mi punto de vista, un tipo de autocensura que limita nuestra libertad como individuos. De acuerdo que hay riesgo en los deportes extremos, como lo hay al fumar, al comer en exceso o al realizar otro tipo de actividades como viajar en automóvil. Se desprende de este razonamiento una primera pregunta: ¿la vida debe tener como único objetivo extenderla lo máximo posible, o debe haber otras motivaciones aunque supongan poner en peligro nuestra propia vida?
Tras responder esta pregunta surgirán nuevas, hasta desembocar en una última pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida?
Probablemente no hay una respuesta única a esta pregunta. Las personas que en alguna ocasión buscan sus propios límites, entre los que me incluyo, persiguiendo un objetivo no lo hacen por un acto de irresponsabilidad, enajenación o pérdida de la noción de la realidad. Hay motivos que responden a algunos instintos, pero también los hay que responden a razones inherentes a la condición humana. En estos quiero centrarme, pues son lo que justifican en mayor medida que haya gente dispuesta a buscar su límite.
Volvamos a la pregunta inicial: ¿por qué una persona realiza una actividad que pone en riesgo su vida por un motivo aparentemente fútil?
Existe una primera razón de carácter ontológico, es decir, del ser y sus propiedades. Perseguir un gran objetivo como terminar una ultramaratón de montaña solo se entiende desde la búsqueda interior de uno mismo. Más allá del éxito personal que reporta gran satisfacción y felicidad, entendido no como la victoria sino como la consecución del objetivo, la propia persecución del objetivo durante meses nos permite conocernos mejor y conocer mejor la vida. La integridad de uno mismo (del ser) es más completa cuando conocemos cada una de sus propiedades. Algunas de ellas solo se descubren y comprenden cuando estás al límite. Se puede vivir sin esta búsqueda ontológica, sin duda. Pero no olvidemos que estamos hablando del sentido de la vida, de una vida completa.
Otra razón hace referencia a una de las cualidades del ser humano que más lo caracteriza, que lo hace más humano: su ambición por ir más allá, por experimentar, por superar barreras y problemas. El progreso de la humanidad se ha producido gracias a personas que persiguieron colmar sus inquietudes hasta el extremo de arriesgar sus vidas. El salto desde la estratosfera de Felix Baumgartner contribuirá al desarrollo de la sociedad en la medida que el equipo del proyecto habrá tenido que resolver problemas técnicos cuyas soluciones seguramente se aplicarán en la vida cotidiana dentro de algunos años. Las personas que se dedican a intentar acabar una ultramaratón también son parte del proceso de mejora a través de sus métodos de entrenamiento, o de los materiales que las marcas comerciales desarrollan para ellos y que luego aplican a otros productos. Si nadie intentara estos retos, el avance de nuestra sociedad sería más lento, o no sería. Nadie cuestiona la labor de Marie Curie, ganadora de dos premios Nobel, quien murió por los efectos de la radiación que recibió mientras realizaba sus experimentos en pos del avance científico.
El sentido de la vida es difícil de hallar y más aún de unificar bajo un mismo criterio. Criticar a aquellos que dedican parte de su tiempo a perseguir objetivos supuestamente baladíes, supone mostrar una visión de la vida muy obtusa y simplista, tanto que de aplicarse de forma generalizada todavía andaríamos en la edad de piedra. El sentido de la vida es la felicidad, pero esta no es patrimonio exclusivo de una determinada forma de vida como podría parecer. La felicidad se encuentra en una charla de amigos, degustando un delicioso manjar, o luchando por alcanzar un objetivo absurdo que solo tiene sentido para ti.
¿Vale la pena morir por ello? Seguramente, no. Pero, entonces ¿por qué vale la pena vivir?
Un artículo fantástico, me ha encantado la reflexión y el comentario posterior de fuckin manuals.
Un gran artículo, enhorabuena!
Jodó! este señor de El Mundo es para echarle de comer a parte, me ha puesto una mala leche…
Hombre usando un símil de escalada: sacar un quinto mola, pero la alegría que te da el siete cuando lo sacas, no te la da el quinto por muy disfrutón que sea. Simplemente porque el siete –o el que sea– está en tu límite. Desgraciadamente, el cuerpo no es una lavadora con un manual y especificaciones técnicas y para saber dónde están sus límites no hay más que una manera: probar.
Y por qué tenemos que conocer nuestros límites, entonces? Por una sencilla razón: a las personas nos encanta cuestionar las cosas. Nos dicen: “está lloviendo”, y miramos para comprobarlo, o, “eso no se puede abrir” y decimos: “trae déjame a mí”. Y esto es por lo que tú dices, cuestionar nos ha traido –para bien o para mal– adonde estamos hoy.
En fin, por qués y más por qués, allá cada uno con sus teorías, nosotros seguiremos con nuestros deportes y él que siga con lo que buenamente haga en sus ratos libres.
PD: has leído el comentario #103? porque el tío lo ha clavado.
Sí, lo he leído. Efectivamente el tío lo clava. Me gusta especialmente la referencia a escribir desde la ignorancia. Y es que ya se sabe que la ignoracia es muy atrevida.