Tras la tercera etapa, empezamos a darnos cuenta cómo se las gastan por aquí. No solo por los veinte kilómetros de subida casi al 10% de media, sino por otros pequeños puertos con desniveles tan pronunciados que hacen que se te salgan los riñones, o simplemente tengas que empujar la bici a pie.

Tres horas nos ha llevado coronar el alto de LusenerScharte a 2377 metros de altitud. Ha sido una subida dura, continua, sin apenas descanso. Una subida eterna. El descenso ha sido por sendas en mitad de amplios prados y con unas inmensas montañas al fondo como decorado. Uno de esos momentos que no se olvidan y que le dan sentido a nuestra actividad.

Tras el primer puerto la etapa transcurría con cierta comodidad hasta llegar al último puerto en el kilómetro cuarenta y dos. Un puerto de apenas cuatro kilómetros que nos ha roto las piernas. Hemos caminado un buen rato empujando la bici. A Sonia le ha empezado a doler un gemelo y a mí el tendón de Aquiles me ha dado algún aviso, recordando el mal trago de la Transpyr tras una etapa en la que también anduvimos bastante. Hemos concluido la etapa con margen suficiente para evitar el cierre de control. Sin embargo, empezamos a sentirnos bastante cansados. Esperemos que todo este esfuerzo no nos pase factura en las siguientes etapas.

Fuera de lo puramente deportivo, señalar que de momento estamos pasando de la pasta party de la organización. Preferimos montarnos nuestros propios festivales de pasta y todo tipo de hidratos y calorías que pillamos. El que quiera operación bikini que se acerque por aquí y dé pedales unos días.

Mañana: 74 km y 2614 m de desnivel con dos puertos. En el segundo ascenso oficialmente aparece un kilómetro de push-carry. Aunque nosotros ya llevamos unos cuantos tramos empujando la bici. El descenso del segundo puerto, casi hasta meta, promete unos 15 km de sendas. Ya os contaremos.