A uno le habían enseñado que el cielo está arriba y el infierno abajo. Pero creo que no. Tras la cuarta etapa de la Transalp, el infierno lo hemos encontrado allí arriba. Tan arriba que casi no llegamos. Por el contrario, el cielo estaba bajando.
Si el infierno y el cielo fuesen acciones que cotizan en bolsa, compraría infierno.
La etapa que nos conducía al ecuador de la prueba nos ha pasado la primera factura. Desde que nos hemos despertado, Sonia y yo nos hemos percatado de que hoy íbamos a sufrir. La noche no nos ha repuesto del esfuerzo de ayer. Camino de la salida íbamos en silencio. Nuestras piernas hablaban por nosotros. Además, cuando faltaban pocos minutos para comenzar, Sonia me dice que tiene angustia. No se encuentra bien.
Arranca la prueba y rápidamente nos damos cuenta de que hoy no es nuestro día. Los primeros diez kilómetros son por asfalto con ligera pendiente. En teoría perfectos para desentumecer músculos, coger ritmo, y elevar la media para cuando lleguen los puertos. Sin embargo, la angustia de Sonia persiste. El frío de la mañana y el viento en su cara no la mitigan. Otros correderos que andan a nuestro nivel nos pasan con facilidad. Solo queda persistir y tener fe de que todo mejorará.
Afrontamos el primer puerto con calma, tanto la subida como la bajada (complicada por las piedras sueltas y la grava). La media no es todo lo buena que nos gustaría. Pero todavía es posible pasar el corte de tiempo. Como el descenso es lento y no nos sirve para recuperar el tiempo perdido, le digo a Sonia que cuando lleguemos a terreno favorable a nuestras características, deberíamos apretar para recuperar algo. La angustia finalmente ha cesado. Así que se encuentra mejor y con algo más de fuerzas. Antes de llegar a Cortina d’Ampezzo hay una bajada tendida por una pista amplia. En lugar de descender con calma para recuperar fuerzas, metemos plato grande y apretamos los dientes.
Tras abandonar esta población, pasamos el segundo avituallamiento donde está el control de paso. Lo superamos con suficiente margen y comenzamos a subir el segundo puerto. Todo marcha mejor. Pero a cinco kilómetros para coronar, la carretera se inclina hasta el 15% durante cuatro kilómetros. El último kilómetro es imposible de hacer encima de la bicicleta. Finalmente coronamos. Sin descansar iniciamos el descenso. Vamos justos de tiempo.
De los veinte kilómetros restantes, más de quince son por sendas. El primer kilómetro es una trialera estrecha por la ladera de la montaña. A un lado tienes la pared, al otro una caída de un centenar de metros. Bajamos la trialera a pie. No queremos que el helicóptero de rescate venga a por nosotros como le ha sucedido a una compañera en el descenso del primer puerto.
Tras la trialera, comienza el tramo de sendas. Sencillamente espectaculares e interminables. Parecía que no iban a terminar nunca. Además de estrechas y sinuosas, atravesaban zonas boscosas hermosísimas. Ha sido como hacer un master de sendas. Había de todos los tipos. Maravilloso. Lo único malo es que bajar por sendas no es tan rápido como por pista o carretera. Hoy el tiempo jugaba en nuestra contra.
En una de esas, Sonia ha resbalado y se ha dañado la mano. Todavía quedaban sendas, así que no sabíamos cómo nos afectaría a los últimos kilómetros. Las sendas no terminaban y apenas nos quedaban cuarenta minutos para llegar a meta dentro del tiempo límite.
Cuando faltaban tres kilómetros, finalmente alcanzamos la carretera. Un tramo llano con viento en contra. Sonia, cansada, tensa por las sendas y la presión y algo maltrecha aún creía que no nos daba tiempo. Sin embargo, la he tranquilizado. Ponte a rueda que llegamos a tiempo. Cuando faltaban unos quince minutos para que se cumplieran las ocho horas de etapa (el límite fijado por la organización) cruzábamos la meta.
Todavía podemos conseguir el maillot de finisher. Pero para eso tendremos que recuperarnos mucho del cansancio acumulado. Nuestro optimismo y tranquilidad se ha devaluado. Ahora la preocupación y el desasosiego cotizan al alza.
Mantendremos la calma y persistiremos hasta el final. No queda otra.
Venga, mucho ánimo, seguro que lo peor ya ha pasado.
Qué emoción! Gran crónica y gran susto el que nos habéis dado…
Mucho ánimo para mañana, que creo que no hay puertos largos, aunque no sé si es peor o mejor, por lo menos será distinto.
Mucho ánimo, en pruebas como esta siempre tienes un día malo, lo bueno es que lo habéis superado con éxito. Seguro que mañana os va mejor, ya queda menos.
¡No os desaniméis! Sonia, mucha fuerza, seguro que mañana va mejor de lo que imagináis.