Me gustaría deciros que esta es una historia con final feliz. Me gustaría contaros que luchamos, sufrimos y persistimos. Y que después de todo alcanzamos nuestro objetivo. Pero la realidad fue otra. Todo empezaba a las seis en punto de la mañana del sábado 2 junio.
A esa hora la noche languidecía y el cielo comenzaba a clarear. Sonia y yo esperábamos la señal de salida para iniciar el pedaleo. Nos miramos y sonreímos, confiados de que todo saldría bien. Por delante nos esperaban 190 kilómetros y 5.300 metros de desnivel. Atrás quedaban muchas semanas de entrenamiento, etapas de más de cien kilómetros y un test de ciento cincuenta. Go for it.
Tras la salida neutralizada por las calles de Torelló, la prueba comienza de verdad. El pelotón se estira y cada uno ocupa su sitio. Desde el principio el recorrido es muy ondulado. No hay tiempo para coger ritmo. Rápidamente te sumerges en una sucesión de subidas y bajadas, y te adentras sin darte cuenta en zonas verdes y boscosas por estrechas sendas.
Las primeras palabras que Sonia y yo nos cruzamos no son muy positivas: no voy fina, la bici me pesa mucho. Me dice ella con cierta inquietud. No le digo nada. Seguimos pedaleando. Cuando llevamos pocos kilómetros el pelotón se reagrupa para cruzar un río. Mientras esperamos, lamentamos el tiempo que estamos perdiendo. Estamos casi seguros que el río se podría vadear sin demasiadas dificultades, pero decidimos esperar nuestro turno.
En el primer avituallamiento (km 22) ella me pregunta cómo vamos de tiempo, le digo que bien, aunque no es verdad. No quiero meterle presión porque sé que no anda fina. Prefiero que vaya cogiendo ritmo poco a poco. Lo cierto es que la media no es mala, pero para el desnivel recorrido deberíamos ir mejor y generar un poco de margen para más adelante, cuando el perfil se ponga peor. El terreno no se adapta a nuestra características: demasiadas sendas y trialeras al principio que nos impide coger ritmo. Seguimos adelante. Un par de kilómetros más tarde rompo un radio de la rueda trasera. Llevamos radios de repuesto por si se rompe otro. De momento no hace falta reparar nada. La rueda funciona bien.
Los avituallamientos se van sucediendo, combinando los líquidos con los sólidos. Para nosotros todos son iguales: como vamos en la parte trasera del pelotón, cuando llegamos a ellos prácticamente no queda nada más que agua y algo de fruta. En previsión de ello, llevamos algo de comer (dulces y galletas). Sin embargo, pensamos que si en todos sucede lo mismo, tal vez no lleguemos al kilómetro ciento diez donde está previsto el avituallamiento de comida (plato de pasta, etc.) Demasiados kilómetros a base de líquidos, fruta y galletas. Ya veremos.
A las diez de la mañana, tras cuatro horas de pedaleo, el sol ya se deja notar. Todos los que rodamos juntos pensamos que si esto es así, a las dos de la tarde puede ser un infierno. Nuestros temores se hacen realidad y el calor se torna sofocante. Además, a partir del avituallamiento del kilómetro setenta y ocho empiezan unos tramos muy duros. En este punto está situado el primer control de paso. Llegamos muy justos pero pasamos. Sonia no termina de ir bien encima de la bici. Con el calor la situación se complica. Yo de momento aguanto bien a pesar de que estoy comiendo poco.
Atravesamos un tramo bastante exigente. Sonia, al igual que la mayoría de corredores que van con nosotros, se baja de la bici y lo hace a pie. Yo lo subo dando pedales. Es una subida dura, pero similar a otras que ya hemos ascendido. Sonia se hunde por el calor. Tras el ascenso, empiezo a sentirme bastante cansado. Como algunas galletas más, pero no tengo la sensación de recuperar. La mayoría del grupo que venía con nosotros ha decidido hacer la versión corta de la prueba. Tanto los inscritos en ella, como los que se habían apuntado a la versión Pro (190 km). A partir de entonces pedaleamos solos.
El silencio lo impregna todo. Nos concentramos en continuar. Los pensamientos negativos comienzan a aflorar en nuestro cerebro. El desánimo, aunque no se expresa, se siente cada vez que cruzamos nuestras miradas. La distancia que llevamos no es tan grande como para ir tan mal. Hemos entrenado para esto y para mucho más. Deberíamos ir mejor. Pero no es así. A pesar de todo llegamos al siguiente control de paso justo a tiempo. Son las tres de la tarde. Comienzo a sentirme mal. En el avituallamiento solo queda agua y bebida isotónica. Me hundo un poco más. Entonces, Sonia piensa en voz alta que nos quedan dos horas para llegar al siguiente control de paso donde está la comida. No quedan muchos kilómetros. Aún es posible llegar a tiempo, comer, recuperar un poco y tratar de continuar. No está todo perdido. Perseveramos.
Dejamos el avituallamiento con ese objetivo parcial: llegar al kilómetro ciento nueve antes de las cinco de la tarde. Allí, tal vez todo cambie. Cuando las cosas van mal y los problemas se amontonan es mejor tratar de solucionarlos uno a uno. Si los ves todos juntos te aplastan. Llegaremos a la comida y luego veremos.
Ese pequeño objetivo parece que nos insufla ánimo. Seguimos dando pedales, y cuando no podemos, vamos a pie. Seguimos hasta que llega un momento que no puedo más. Le digo a Sonia que estoy vacío. No puedo casi pedalear. En los descensos tengo frío a pesar de los treinta grados de temperatura y en algunos momentos me cuesta respirar profundamente. Ya no tengo hambre, solo cansancio.
Seguimos pedaleando. Queda poco para el avituallamiento, parece que es posible llegar antes de las cinco. Sigo pedaleando como un autómata, tanto que en un cruce me despisto y no veo que estamos fuera de la ruta. Seguimos así durante un par de kilómetros de ascenso hasta que Sonia se percata del error y me advierte de él. Paro, me bajo de la bicicleta y me mareo. Me tumbo en el suelo para recuperar.
Aunque no hace falta decirlo, le digo que en el avituallamiento debemos retirarnos. Apenas puedo seguir. Volvemos al punto donde nos desviamos de la ruta y continuamos. Hemos perdido unos veinte minutos en este error de navegación. Quedan diez minutos para las cinco y unos pocos kilómetros para llegar. Ahora descendemos. Tal vez aún lleguemos antes de las cinco. Como si eso fuese la solución a nuestros problemas.
Durante el descenso circulamos por un tramo que la pista está cementada. Cogemos velocidad. Tengo frío y pocas fuerzas. En una curva cerrada de izquierdas entro en ella y un automóvil en sentido contrario toma la curva a demasiada velocidad invadiendo mi parte del camino. Frenamos, derrapamos los tres y el automóvil se detiene a pocos centímetros de nosotros. El coche se queda allí parado y nosotros continuamos. Creo que el conductor del automóvil se ha llevado un susto más grande que nosotros. Estoy tan aturdido por el cansancio que apenas me altero. Más tarde, cuando todo haya terminado me daré cuenta de la suerte que hemos tenido.
Llegamos al avituallamiento y control de paso del kilómetro ciento nueve a las cinco y cuatro minutos. El personal de la organización nos dice amablemente que hemos llegado justo. Antes de que ellos nos digan que no podemos continuar, nosotros se lo decimos. A continuación les espetamos que con los avituallamientos que nos han dado es imposible continuar. Se disculpan diciendo que aquí hay mucha comida. A lo que respondemos que la pájara que llevo ya no me la quito de encima.
Nos tumbamos en una zona de hierba. Vacíos por el cansancio y rotos por la decepción. Eso es lo que más duele. Durante unos minutos no decimos nada. La desilusión nos atraganta. Después, poco a poco van fluyendo las palabras.
EPÍLOGO
No es la primera vez que perdemos. Nuestro historial deportivo y personal está formado por victorias y por derrotas, así que es una sensación que conocemos, pero ello no hace que sea menos dolorosa. La decepción es directamente proporcional al esfuerzo y la ilusión depositados en la preparación del objetivo.
Ahora es tiempo de recuperarse física y anímicamente. También es tiempo de analizar qué ha fallado, qué hemos hecho mal. Solo de esa forma podremos mejorar.
Por último, queda responder a la pregunta no formulada. Esa que surge en el mismo momento de la derrota. Hemos tardado más de veinticuatro horas en formularla abiertamente, aunque permanecía latente en nuestro interior: ¿volveremos a interntarlo? Todavía es pronto para responder, nos decimos. Somos prudentes porque la desazón todavía está muy presente, pero en el fondo sabemos que lo volveremos a intentar.
Gracias a todos por vuestros comentarios y ánimos.
Hola, Supongo que me recordareis. Llegue a la comida despues de vosotros y estuvimos cenando juntos en el mismo hotel la noche anterior. Yo tambien tengo la misma sensacion que vosotros y como sabeis esta era mi segunda tentativa. Es una ruta muy exigente como habeis podido comprobar y por nuestro nivel todo nos tiene que venir de cara para poder acabar. Aun asi a pesar de los inconvenientes os tengo que animar a repetir. Hicisteis la parte mas dura. Os quedaban unos 30 Kms mas, exigentes. El resto ya era mas llevable. Aunque con esa calor y sin comer es muy dificil. Animos!!! que llegar al km 104 no es ir de paseo!!!!
Vaya paliza. Pero como ya os han dicho todos hay que quedarse con el hecho de que lo habéis dado todo. No siempre las aventuras salen como las planeamos y eso también nos enseña de la vida y a afrontar el sufrimiento en cualquier reto. Y pensad que cuando la hagáis el año que viene (que la haréis) y la finalicéis (que lo haréis) la satisfacción será doble.
Un abrazo pareja!
Lo habéis dado todo y eso es lo importante. Este tipo de experiencias son las que te hacen mejorar y son necesarias para volver a intentar un reto así y conseguirlo. En cualquier caso, mi enhorabuena por enrolaros en tan ambicioso proyecto y estar casi apunto de conseguirlo. Desde luego, es para matar a los organizadores por racanear en los avituallamientos de una carrera de estas caracaterísticas. Ánimo y un saludo.
Muchas de las historias más hermosas son tristes. Habéis pagado un precio alto por esta, ahora tenéis una historia hermosa. Espero que enseguida encontréis la manera de seguir disfrutando de la bici, y que tengáis nuevas historias hermosas y felices. Ánimo y gracias por compartirlas.
Yo con solo ver el desnivel acumulado me ha recorrido un noséqué por la espalda que pa’qué! El reto era MAYÚSCULO y encima con las «dificultades añadidas». La satisfacción de haberlo intentado y la ilusión de haberlo preparado debería de tapar cualquier resquicio de decepción. Y por lo poco que os conozco sé que la espina os quedará y saldrá en alguna próxima edición. Ánimo! La experiencia ha debido de ser brutal. Tenéis piernas y cabeza para eso y más.
Pingback: Wibikes | PCUMB
Ayyyy, vaya una lástima, estoy casi llorando…qué pena!!! Según iba leyendo podía sentir todas y cada una de las situaciones por las que habéis pasado, el calor, el cansancio, la falta de ganas de comer, de beber…en fin…
Pero bueno, ya sabéis, lo más importante en estos casos (como todo en la vida) es darlo todo y vosotros lo habéis dado, vaya que si lo habéis dado!!! Os habéis preparado durante meses, habéis ido a la prueba y no lo habéis conseguido, por el motivo que sea, que da igual, pero no podiáis haber dado más. Eso es imposible. Simplemente, ese día no era el más adecuado para hacer esa prueba. Así que sí, volveréis, y tampoco improtará si acabáis porque lo daréis todo de nuevo, de eso estoy seguro. Y quizá, cuando llegue ese día, puede que hayáis aprendido cosas nuevas…o, tal vez, os levantéis sintiendoos superfuertes, no se…el resultado mola, sí, pero no es lo más importante, de verdad.
Muchos saludos, y ánimo a los dos desde aquí!!!!
Gracias por el comentario. El resultado importa, claro que importa. Pero estoy de acuerdo que lo que más mola es pasarlo bien mientras lo preparas y lo intentas.
Saludos