Parece ser que de lo mismo que los ciclistas nos quejamos de los conductores, los peatones se quejan de los ciclistas. Y es que no hay nada peor que creerse el único con derecho para circular por determinadas zonas.
Hace poco salí con la bici hacia Olocau. Para aquéllos que no conozcan esta zona he de decirles que los ciclistas circulamos por una amplía vía que va paralela a la carretera. Circulando por dicha vía y en sentido contrario, venía un hombre con dos perros a los cuales me paré a acariciar. Cual fue mi sorpresa cuando el hombre me dijo: “Qué raro que un ciclista se pare para acariciarlos con lo estúpidos que sois”. Me sorprendió bastante dicho comentario y el hombre me explicó que muchos ciclistas le amonestaban como si esa vía sólo pudiera ser usada por ellos cuando él y sus perros no molestaban a nadie.
El comentario me hizo darme cuenta que al fin y al cabo los ciclistas somos igual de intransigentes que los conductores, y no queremos que nadie ocupe el espacio que creemos exclusivamente nuestro por el simple hecho de usarlo. Tanto que nos quejamos de los conductores que se creen los dueños de la carretera, y resulta que nosotros somos iguales.
Los ciclistas queremos que los conductores aprendan a compartir las carreteras y sean respetuosos con el resto de usuarios de las mismas. Sin embargo, nos comportamos con la misma intransigencia y poco respeto con aquellos que comparten las vías por donde circulamos.
También muchos peatones de las ciudades han comenzado a mostrar su intransigencia con los ciclistas al tener que compartir las aceras con éstos, a medida que se extiende su uso en las urbes.
Todos queremos ser los reyes por donde circulamos pensando que tenemos una potestad y unos derechos que nadie nos ha dado y siempre hemos reconocido como propios.