Cuando ves toda la prueba de una tirada impresiona. Más de 680 kilómetros y 20.000 metros de desnivel acumulados en ocho etapas. Llegar al final no solo es cuestión de preparación, también hay que buscar la suerte. En una semana pasan muchas cosas: cansancio, lesiones, caídas, averías, climatología, enfermedades, alimentación, descanso… Los obstáculos a superar son más de los que aparecen en la imagen.
Primera pasta party
Durante una semana la pasta será la comida principal durante las cenas. Buscarás hidratos hasta debajo de la piedras. Durante el día, comes lo que pillas en los avituallamientos (fruta, frutos secos, dulces, líquidos isotónicos). Luego cada uno lo complementará como esté acostumbrado. Cuidar el estómago es una tarea muy importante. Por ello recomiendan comer cosas a las que estés acostumbrado. No es un buen momento para hacer experimentos.
Una de las características de la Transalp es el número de participantes. En esta ocasión superaba los novecientos. Con tal cantidad, la infraestructura necesaria es enorme. A pesar de ello, en general la organización fue bastante buena. Aunque hay detalles que hacen la vida complicada al corredor una vez cruza la meta cada día. Algunas cosas no están pensadas para beneficio de este. Como se suele decir: te tienes que buscar la vida.
La variedad de paisajes es algo que disfrutas durante la Transalp. Obviamente el paisaje de alta montaña es la nota predominante, aunque durante las ocho etapas disfrutas de todo tipo de vistas.
La Transalp es un prueba por equipos de dos corredores. Esto añade un componente adicional a la prueba. Ya se sabe que la cadena siempre se rompe por el eslabón más débil. Pero no creas que siempre es el mismo eslabón; un día eres tú, y otro día es tu compañero. En los momentos malos es cuando el equipo adquiera todo el sentido. Recibir el apoyo, aunque solo sea moralmente, es algo fundamental para llegar al final. Los malos y los buenos momentos vividos estrechan y fortalecen la relación personal.
Otra de las características de la Transalp es la altitud de los puertos que asciendes. Es frecuente superar los 2000 metros durante las etapas. El punto más alto se situó en los 2450 metros.
No todo es sufrimiento. Lo bueno de subir durante tantos kilómetros a altitudes tan altas es que luego hay que bajar. En la Transalp las sendas predominan en los descensos. Algo muy divertido que compensa los largos ascensos. Las dos caras de la misma moneda.
Es una prueba que no está exenta de peligros. El equipo médico que vigila de nosotros estuvo siempre presente y actuó con rapidez. Además de las tres motocicletas y el vehículo 4×4 medicalizado de la organización, lamentablemente también hizo falta en algunas etapas el apoyo de un helicóptero y alguna ambulancia para evacuar a algunos accidentados. Aunque el peligro es algo que tú puedes modular, nunca se está a salvo al cien por cien.
A veces me preguntan si, metidos en la dinámica de la prueba, nos da tiempo a disfrutar del paisaje. Algunos incluso cuestionan esta forma de viajar (participando en pruebas deportivas). Solo puedo decir que no solo disfrutamos del paisaje, sino que además los organizadores suelen buscar lugares atractivos; nos llevan por sitios que seguramente no hubiéramos tenido la oportunidad de disfrutar como turistas convencionales. Cuestión de gustos.
Cruzar la meta y conseguir el objetivo propuesto. Superar las dificultades y al mismo tiempo disfrutar de todo ello. La satisfacción que todo ello produce no se puede describir. Tal vez esta imagen lo narre mejor.
Algunas fotos más en nuestro albúm de la Transalp en Flickr
Fascinado me quedo, por que no tengo pasta que si no el año que viene me hago la prueba aunque sea arrastras.
German y Sonia, felicidades y muchas gracias por vestir vuestro mallot finisher de Transpyr 2011 en un momento tan especial