Los que nos seguís a través de nuestro blog, ya sabéis que estamos preparándonos para afrontar el próximo mes de julio el reto de la Transpyr.
Antes de inscribirnos estuvimos leyendo detenidamente las condiciones de participación. No sólo por el hecho de que la inscripción supone un desembolso económico nada despreciable (685 € más extras) sino porque la ruta es lo bastante exigente de por sí, como para tener que hacer frente a otro tipo de exigencias que dificultaran más aún su culminación.
Pues bien, efectivamente el reglamento de la prueba incluye una norma que aumenta el nivel de exigencia: todos los participantes tienen que ser capaces de rodar a una media superior a los 10 km/h paradas incluidas.
Hacer una media superior a los 10 km/h no es demasiado complicado para un aficionado medio, ahora bien, si la media incluye las paradas (avituallamientos, averías, algún error de orientación, pequeños percances, algún que otro descansito para recuperar el resuello, etc.) entonces la media ya no es tan holgada. Además, hay que pensar que una etapa de cien kilómetros y dos mil metros de desnivel la haces sin demasiados problemas, dos también, pero tres, cuatro… y así hasta ocho, no está tan claro.
Por otra parte es lógico que pidan esa media, pues una etapa de ciento veinte kilómetros a esa media significa que necesitas 12 horas para completarla, saliendo a las 8 de la mañana, llegas casi a la hora de cenar.
Actualmente en las etapas preparatorias que estamos haciendo nos salen medias entre 11 y 12 km/h, lo que nos da un margen de tiempo antes del cierre de control que oscila entre sesenta y noventa minutos. Eso sin averías y percances significativos.
Confiamos en poder aguantar ese ritmo pasado el ecuador de la prueba, donde el cansancio y la capacidad de recuperación serán factores determinantes.