Hay ancianos que atribuyen su longevidad a cualquier cosa, ya sea a una vida sana o a la marihuana, pero Billy Ray lo achaca a su larga vida peleando en la calle y en los cuadriláteros, y a las mujeres.
Así comienza uno de los relatos que configuran El silencio del héroe, él último libro de Gay Talese. Una compilación de historias sobre las otras dimensiones del deporte, esas que no tienen que ver con el resultado. Historias llenas de personas, valores, sentimientos, y sobre todo perdedores. Porque la derrota te desnuda y cuando estás desnudo comprendes quién eres.
Gay Talese es considerado el creador del nuevo periodismo, aquel que hace retratos de la realidad obviando los accidentes del resultado y los datos. Sus artículos son pequeños relatos literarios totalmente autocontenidos que bien pudieran ser ficción pura. Sin embargo, son hechos narrados con gran estilo y valor periodístico que dibujan diferentes épocas de la historia (americana).
Aunque las historias se centran en deportes alejados de nuestra tradición europea (boxeo, béisbol,…) los valores que destilan son universales. El silencio del héroe es un libro para leer y releer sosegadamente y descubrir nuevos matices. Aquí os dejo el inicio de otro relato. Si no tienes ganas de saber cómo continua, no vale la pena que compres el libro.
Cuando Ruby Goldstein era un boxeador de los pesos ligeros, hace de eso más o menos una generación, era el niño mimado de Lower East Side, y algunas personas lo llamaban la Joya del Gueto y el Paderewski de los Guantes. Sólo con que hubiera sido capaz de encajar un puñetazo tan bien como lo daba, quizá habría conseguido llegar a campeón, pero a veces parecía que tenía la mandíbula hecha de porcelana de Dresde. Cuando Ace Hudkins lo tumbó en 1926, alguien dijo que Ruby Goldstein se desplomó “igual que alguien cae de un edificio”. Aquel puñetazo cambió el curso de toda su vida. Se apagó como boxeador, y dos año más tarde se hizo árbitro. En la actualidad se considera a Ruby Goldstein el mejor árbitro del boxeo. Allí donde va, miles de aficionados le observan en el cuadrilátero y por televisión. Sin embargo, su trabajo como tercer hombre del ring lo ha convertido posiblemente en el tipo más solitario del boxeo.