No, no voy a escribir sobre el doping. Los hechos hablan por si solo. En este artículo quiero referirme a un fenómeno que se suele dar, en mayor medida, en los periodos post-olímpicos: deportistas de élite retirados denuncian los métodos de entrenamiento que siguieron por abusivos, crueles, etc. Vaya por delante, que no comparto sus denuncias.
El más reciente de los casos es el de las nadadoras españolas de natación sincronizada, donde algunos miembros del equipo denunciaron mediante una carta el trato que recibían de la ya ex seleccionadora. Este tipo de denuncias siempre me han parecido faltas de credibilidad, no porque no fuesen reales los hechos que sacan a la luz (no tengo datos para creerlos o no), sino porque son denuncias fuera de tiempo y lógica. Hay cuestiones cuyas respuestas inciden en mi falta de solidaridad hacia estas protestas.
¿Por qué no denunciaron cuando sufrían ese trato y no cuando ya han abandonado la práctica del deporte de élite? Cuando se persigue un objetivo deportivo estás dispuesto a hacer muchos esfuerzos y sacrificios. Una vez abandonas la práctica deportiva de primer nivel y tomas distancia, es posible que surjan muchas preguntas sobre el sentido que tuvo todo aquello que hiciste en pos de un objetivo tan vacuo o carente de sentido como ganar una medalla. ¿Qué es ganar una medalla? Analizado fríamente puede no significar nada (de esto ya hablé de forma tangencial en otra entrada), pero cuando practicas deporte de élite sabes que lo es todo. Puede ser que una vez te alejas del deporte de élite las razones que te movían y que antes eran muy claras y nítidas comiencen a ser borrosas, y empieces a dudar del valor de tus objetivos y, por ende, del esfuerzo que tienes que hacer para conseguirlo.
¿Se puede aspirar a ser el mejor sin llegar al límite? Estos deportistas aspiran a ganar unas Olimpiadas y a batir records del mundo, es decir, desean ser el mejor ser o equipo humano en su especialidad de todo el planeta y de todos los tiempos. Para ello, no solo tienes que nacer con unos genes determinados, además tienes que llevar tu cuerpo al límite. Y eso sólo se consigue cuando alguien te empuja hasta donde tú mismo creías que no podías llegar. Nuestro espíritu de supervivencia hace que el cerebro nos dé órdenes de parar cuando la fatiga física o mental es muy alta, por eso tiene que ser otro quien nos empuje para hacer que nuestro límite se desplace un poco más allá. Allí donde nosotros y nuestro cerebro no creía llegar. Esa persona es tu entrenador y puedes llegar a odiarlo porque te hace sufrir hasta límites insospechados.
¿El vencedor es físico o mental? Los sistemas de entrenamiento brutales a los que se someten los deportistas de élite son, en la mayoría de los casos, más exigentes psicológica que físicamente. La razón es que dos personas pueden tener la misma capacidad genética, a esos niveles suele ser así, por tanto, la diferencia entre el primero y el resto lo marca la capacidad psicológica para hacer frente a una situación de máximo estrés, o elevar el umbral del dolor un poco más allá que tus rivales. Hay un magnífico documental de TV3 (Aigua, infern, cel) sobre el equipo de warterpolo de los 90 que consiguió diferentes medallas en Olimpiadas, Mundiales y Europeos que narra su trayectoria hacia la medalla de plata de Barcelona 92 y la posterior medalla de oro en Atlanta 96 donde se puede aprecia todo esto con claridad.
Otro ejemplo de lo que muchos calificarían suavemente como métodos excesivos es el de Rafa Nadal. En su autobiografía titulada “Rafa. Mi historia” describe cómo su tío y entrenador le somete a una gran exigencia mental que, como narra el propio tenista, se hace insoportable y está a punto de romper la relación entre ambos. Creo que nadie tiene duda que, lo que ha hecho a Rafa Nadal unos de los mejores tenistas, es su capacidad mental para hacer frente a situaciones muy adversas, más que su calidad tenística. (Muy recomendable el libro).
¿Quién dijo que el deporte de élite era sano? Existe en nuestra sociedad un problema de concepto respecto al deporte de élite. Y es la creencia que es una actividad sana. El ciudadano cree que el deporte es deporte, y por tanto es sano por definición. Pero no es cierto. Cuando le añadimos el calificativo de élite o profesional deja de serlo desde el punto de vista físico y mental. ¿Cómo va a ser sano llevar al cuerpo a tales extremos de exigencia? Si nos fijamos, cuando un médico recomienda la práctica de deporte siempre añade el adjetivo “moderado”. Esto no es algo trivial, el deporte de élite es muy exigente. Todos los que los que lo practican lo saben, así que si no estás dispuesto a pasar por ello, lo mejor que puedes hacer es dejarlo antes, no criticarlo cuando ya te has retirado.
Por eso, aunque comprendo que haya deportistas que una vez retirados piensen que todo el esfuerzo no valió la pena, no comparto sus críticas por los métodos tan exigentes que siguieron, porque pudieron dejarlo en cualquier momento y no lo hicieron. O pudieron cambiar de entrenador. Ellos decidieron continuar y apostarlo todo a ganador. Querían ser los mejores de entre los mejores, y para ello es necesario hacer grandes esfuerzos, siempre dentro de la legalidad, claro. Por otro lado, admito las denuncias de aquellos que no tuvieron esa libertad por vivir en países no democráticos, donde la libertad de elección no tiene suficientes garantías. Ver el ejemplo de Wang Junxia.
Una vez retirados, algunos deportistas de élite piensan diferente, pero entonces, todo tenía sentido. El sentido de lograr un objetivo tan exigente y brutal como el sacrificio que tenían que hacer para alcanzarlo. Y eso, no está al alcance de cualquiera. Como dicen los anglosajones: no pain, no gain.
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Creo que queda muy claro. Si señor.
Yo creo que muchos de ellos se arman de valor a destiempo, algunos sienten mucho rencor contra su antiguo entrenador e incluso, en ciertos casos lo hacen por la frustración que sienten al haberse esforzado tanto y no lograr nada. Además, siempre habrá gente que quiera darse publicidad…
Totalmente de acuerdo, es más, ello se agudiza conforme el deporte y el deportista es más medíatico.
Pero también hay que reflexionar sobre los patrocinadores, que muchas veces pasan de oportunos a oportunistas. ¿Qué Nike, Trek y otros tantos más, no sabían o imaginaban, de los métodos que se practicaban? (en el caso particular de Lance) como otros múltiples casos.
Muchas veces se llega a decir, que el éxito es el principio del fracaso, y este se manifiesta de múltiples formas como los ejemplos que acabas de describir.