Hay días que no vas. Te esfuerzas, te empeñas, pero no avanzas. Hay días que no sabes por qué, pero dar pedales te cuesta. A veces te sientes cansado, otras simplemente tus piernas están entumecidas, sin fuerza.
Nadando me sucedía lo mismo. Tras muchos años en las piscinas, nada más zambullirme sabía si aquel era un día borroso. Desconozco si hay alguna razón científica, unos apuntan a los famosos biorritmos. En todo caso, lo único cierto es que hay días que no vas.
Esos días no hay que desistir, hay que continuar. Tampoco son días para hacer tu marca personal, no hay que empeñarse con lo que no puede ser. Los días borrosos son momentos para disfrutar de nuestra actividad de forma más contenida. Bajas el ritmo hasta que tu cuerpo se siente cómodo con él, dejas volar tu mente y disfrutas de tu deporte. Sin más.
Me gustan los días borrosos de vez en cuando, es como desconectar y poner el piloto automático. Los días borrosos te llevan a lugares que otros días no visitarías.
Los días borrosos son nítidos y clarificadores si no luchas contra ellos. Si tienes un día borroso, alíate con él.
Menos mal que existen esos días, si no, los buenos no serían tan buenos…es como en la radio, si no hubiese canciones malas las buenas no serían tan buenas. Es decir, lo son, precisamente, porque puedes compararlas unas con otras.
Vivir en Canarias mola, pero si vienes de Siberia, como que mejor, no?
Lo bueno de las malas rachas es que sabes que algún día se acabarán (igual que se acabron las buenas), la vida es cambio, y menos mal.
Siempre dando en el clavo, matizando y aportando ese punto de cotidianidad que termina de redondear muchas de mis entradas.
Como siempre, un placer.
Saludos.
¡¡¡Qué razón tienes!!! Pero qué desmotivantes son estos días si tienes a la vuelta de la esquina una marcha o carrera!!
Cierto, pero entonces hay que recurrir a esa virtud que los clásicos llamaban templanza.