Con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, el próximo viernes comenzaremos a lidiar tres etapas en nuestro nuevo reto: la Volcat. Tras la experiencia de la Transpyr este parece un desafío menor, pero no hay adversario pequeño.
El exceso de confianza es el mejor aliado de tu propia derrota.
No es el hecho de competir (uno ya empieza a estar de vuelta de esas cosas) sino perseguir objetivos, lo que nos mantiene vivos y hace que el mundo avance. Volver a estar cerca del inicio de un nuevo reto, por pequeño que sea, te hace sentir con más intensidad las cosas. Tal vez sea difícil de explicar para aquellos que no han vivido el mundo del deporte de competición, pero las experiencias y sensaciones son tan intensas, bien en el éxito bien en el fracaso, que tener la posibilidad de revivirlas, aunque sea en un estadio menor, hace sentirte vivo, expectante, con ganas de que llegue el momento para disfrutar de una nueva experiencia que no sabes cómo acabará. Y eso, la incertidumbre del resultado, es lo que lo mueve todo.
Dicen que a medida que te haces mayor tienes la sensación de que la vida pasa más deprisa, y es cierto. Según algún estudio científico la razón de ello es la rutina. Llega un momento que nuestra vida discurre por el carril de la rutina, donde todo está previsto, donde sabemos qué nos depara cada día, cada semana, cada mes… Los retos rompen la rutina y hacen que tu vida se relentice y cobre vida otra vez. Qué curioso, la vida reviviendo.
Pero todas esas sensaciones se producen solo si se dan dos circunstancias: que disfrutes con lo que haces y que te esfuerces para conseguir tus objetivos.
El triatleta Jan Frodeno lo explica muy bien en este interesante vídeo.
Si la tecnología nos lo permite, al final de cada etapa de la Volcat escribiremos la crónica del día, al igual que hicimos en la Transpyr.