Dicen que organizar un viaje forma parte de la propia experiencia de viajar. Si a eso le añadimos viajar en bicicleta, entonces la planificación de un viaje cicloturista resulta una grata experiencia.

Para los que disfrutamos con los mapas, de carreteras o topográficos, trazar un recorrido significa imaginar un viaje que, cuando se hace realidad, nunca coincide con lo imaginado. He de reconocer que nunca hemos viajado sin un itinerario previamente diseñado, lo que sin duda le resta cierto tono aventurero a nuestras escapadas. Pero eso no significa que no surjan imprevistos que obligan a modificar los planes. De todas formas, en occidente las carreteras dan pocas sorpresas (o eso creemos).

El grado de aventura era mayor hace unos años cuando no había GPS, pues sólo podías diseñar el recorrido intuyendo un perfil de ruta, con lo que la dureza del trayecto era una sorpresa. La introducción de la tecnología tiene sus pros y contras, aunque los primeros siempre son mayores y acabamos tecnificando nuestros viajes. Si prefieres el viejo romanticismo siempre puedes abandonar todos los aparatos electrónicos, lo que redundará en un menor peso en las alforjas, al evitar todos los cargadores (de móvil, GPS, cámara de fotos, tableta, etc.). A pesar de todas las ventajas de la tecnología, prefiero comenzar la planificación con un mapa en papel. Siempre resulta más fácil obtener una visión global del posible itinerario y, sin duda, es más cómodo de visionar y manejar.

Para concluir un pequeño consejo: si planificáis un viaje cicloturista con un mapa de carreteras, intentad circular por las vías que vienen identificadas (generalmente en verde) como itinerarios recomendables. La recomendación suele funcionar al tratarse de carreteras con cierto encanto.