Alea iacta est (Diario de la Transpyr_1)

Como dijera Julio César al cruzar el Rubicón y desafiar al Senado romano, nuestra suerte está echada. Todo lo que estaba en nuestras manos para afrontar esta aventura lo hemos tenido en cuenta, ahora solo queda encomendarse a la diosa fortuna.

En estos momentos en que ultimamos nuestro equipaje, revisamos nuestras bicicletas y repasamos el listado de cosas obligatorias que nos exigen los organizadores de la Transpyr, no podemos evitar esa sensación de inquietud, mezcla de expectativa e incertidumbre ante tamaño reto personal.

También algunas dudas y temores asoman en nuestra cabeza: si la preparación habrá sido suficiente y adecuada, cómo responderá nuestro cuerpo a la acumulación de cansancio, si la climatología nos respetará y evitará el calor extremo, la lluvia o el frío, si nuestro ritmo será suficiente para no llegar fuera de control, o si la piel de nuestro trasero resistirá tantas horas seguidas sobre nuestras monturas.

Sensaciones y pensamientos que nos hacen sentir más animados y expectantes, a sabiendas de que sufriremos. Sin duda las dificultades te vivifican, curiosa contradicción. Únicamente aquellos que han experimentado alguna vez la sensación de la victoria personal al lograr sus objetivos, pueden comprender que vale la pena todo el sacrificio realizado. Pero eso no se puede explicar, hay que vivirlo y sentirlo en carne propia.

Ave, Caesar, morituri te salutant

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